6 de junio de 2015

El parado de cabeza

Eliseo hacía entrenamientos inauditos. Con tal de ganarle a sus hermanos y amigos las retas de 'el parado de cabeza', dedicaba a pararse de pie sobre la cama dos veces al día, todos los días;
el crecimiento que tenía a sus trece años le bastaba para alcanzar el techo para 'endurecer' su mollera, coronilla.
Parado de puntillas hacía su máximo esfuerzo hasta ponerse rojo, mucho más que lo chapeado que habitualmente tenía su cara.
Eliseo pudo haberse apellidado 'concentración total'.

Después de la serie de repeticiones avizoraba el reto del día:
Salía al patio a aguantar más segundos que el día anterior.
Primero en la tierra dura de la casa humilde donde vivía. Y al pasar dos tres años, aún en su adolescencia, ya con un pavimentado en el patio, seguía la misma rutina.

Sin saberlo estaba convirtiendo su cabeza en la cabeza de piedra.
Afinado al modo, le llegó 'la roca' de apodo.

Ganaba las retas en la escuela.
Ganaba en el barrio, a sus amigos y sus hermanos.
Con el tiempo quiso que se crearan las competencias contra otras escuelas. Que hubiera sido incluida también en las olimpiadas juveniles.
Pero jamás se dio.
Era su principal tema de conversación.
Y también presumía intentando flirtear en las fiestas, en la calle, con las muchachas que convivían o acercaban.
Pero como toda cultura compleja y (a veces) egoísta, jamás encontró un reflejo de admiración colectiva para que al menos lograra conformar el ´Inigualable Club del Parado de Cabeza´ al que aspiraba.
Podría haber sido un ejemplo de esmero a seguir, pero los clubes de ajedrecistas, de dominó y de juegos de mesa siempre perduraron más que ese anhelo de Eliseo.

Hoy cumple 72 años de vida Eliseo y 60 de dominar sus técnicas.
Su papá, antes de abandonar a su familia, en el cumpleaños 12 de Eliseo le había mostrado tal dominio.
Adiestrado a las sorpresas, Eliseo vio con emoción cómo su padre movía al aire sus zapatos, cómo se transparentaba su calcetín por el agujero de la suela.
—Estás borracho, Severo. —decía risueña la madre de Eliseo.
Este suceso fue elegido para siempre por Eliseo.

Ahora está postrado frente al mar, en la playa de Tampico.
Pensando.
Trae unos chores (cortos) color caqui.
Se le difumina la piel con la arena y el atuendo.
Hasta la playera que había dejado en la arena seca y lejana, allá donde no llega el mar, ya se la han robado.
Eliseo piensa en su padre.
Piensa en su pasado.
Pensaba en Violeta también, su esposa.

Mirando al revés profundizaba al mar, muy profundo.
—Qué movimientos. —se decía.
También alcanzaba a ver unos arqueos de un delfines lejanos lejanos, y sonreía.

Regresó al hotel y con entusiasmo salió bien pipo a pasear a la ciudad. Relucía viejos sabores y olores. Al parecer buscaba el contenido de sus pensamientos en una compañía. Como si la nostalgia se le fuera a convertir en una permanente melancolía.....


Dick Laurent

Author & Editor

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