22 de noviembre de 2015

3.43 PM

Viajo por las edades de tus manos
Por los veranos de tu boca
Me quedo a esperar el vaivén de tus piernas
La muerte oscura y dulce de tu beso
Dos labios que no dicen nada
Que se queman en el aire espeso
De una tarde 
Te espero, tu espera es mi patrimonio.
Me he vuelto viejo y un niño esperando 
recordando la música de las estaciones de tu cuerpo.

20 de noviembre de 2015

25 verdades.


Luego de mis años de cómoda adolescencia, me atreví a mirarme fuera de la neblina de la negación. Descubrí, casi con horror, que me había transformado en un adulto.
Uno, pese a lo mucho que lo intente, no puede evitar crecer. Y es en esas circunstancias en donde miras a tu alrededor y empiezas a preguntarte qué hiciste mal.
No, no hiciste nada mal. Sólo te alcanzó la edad. Y entre todos los cambios de los que me dí cuenta por experiencia propia y algunas más que me han contado mis amigos, destaco estas 25 verdades universales de convertirse en un adulto.
1. Nunca te pagan lo suficiente.
2. Siempre será demasiado pronto para tener hijos.
3. El sueño que tenías cuando ibas a la escuela no es nada comparado con el sueño que tienes cuando trabajas.
4. No importa qué edad tengas, estando solo en tu casa o en el trabajo, jamás dejas de jugar.
5. Siempre hay alguien que hace las cosas mejor que tú.
6. Nunca sabrás por qué quieres trabajar con ellos. Ni tu entrevistador lo sabe.
7. El mundo es un desmadre y esta muy mal. Siempre lo ha sido, y siempre lo será.
8. Un inodoro, una cama y un refri son necesarios. Lo demás son comodidades.
9. El rebelde termina en donde comienza el salario.
10. Lo que puedes dejar para dedicarte a trabajar, es un hobbie.
11. Lo que no puedes dejar para dedicarte a trabajar, es una pasión. Cultívala.
12. Conoces a más gente de la que eres capaz de recordar.
13. Tienes menos amigos de los que creías recordar.
14. Todos tenían razón: los mejores años son los de la adolescencia.
15. Extrañas preocuparte por tarea y clases.
16. Tu título no importa.
15. Si no se dedica a nada y se la vive de peda o de viaje, es junior, vividor, o narco.
16. Te preocupa más ahorrar que gastar.
17. Te preocupa más salir a comer que salir a beber.
18. Los niños ya no te caen tan mal.

19. A estas alturas, ya no te importa que tu jefe vea el meme de minions que compartiste en Facebook.
20. Comienzas a considerar seriamente tomar clases de baile.
21. Comienzas a considerar seriamente hacer ejercicio.

22. Ya sabes para qué sirve la butilhioscina, la ranitidina y el paracetamol.

23. Nunca dejan de gustarte las caricaturas ni los super héroes.
24. Tu auto deja de ser algo que puedes presumirle a tus amigos y comienza a ser algo que te permite ir de un lugar a otro fácilmente.
Y por último, pero más importante:
25. Comienzas a entender que ningún adulto tiene ni puta idea de lo que está haciendo; todos están improvisando.

13 de noviembre de 2015

Una hoja en blanco



Una hoja en blanco. Un blanco brillante, luminoso, cegador a los ojos negros que la miran. Ayer le dijeron “escribe esto”, por encargo. Hoy, con libertad de inventarse una historia, las ideas se han quedado quién sabe dónde. Y la hoja blanca sigue ahí, alumbrando la habitación helada, bajo el cielo blanco de octubre.  Él se pasea atrevidamente alrededor, pero vuelve a la hoja tras su reclamo.  Una hoja con su cara albina, amenazante, retadora.  “Sí, ya te he entendido, dice con un parpadeo que sólo las hojas en blanco podrían comprender. Entonces cierra los ojos.

Hay uno, dos, tres segundos de calma hasta que el fulgor de la hoja atraviesa sus ojos cerrados. Dice “Eso, justamente, ponlo aquí, ponlo aquí…”. Pero ahí no hay nada. Abre los ojos y se desliza lentamente a la cocina por una taza de café. Sorbo a sorbo sus manos se calientan, los dedos adquieren flexibilidad y brío. A la distancia,  la luz desde el cuarto contiguo llama. Le brillan los ojos. Taza en mano, apaga la luz de la cocina. Los pies llegan hasta el quicio de la puerta y ve finalmente a la hoja inerte, con una mirada desafiante, casi burlona. “Bien,” hace un guiño, y con la mano libre escribe en el papel. Hay un largo suspiro, y después de uno, dos, tres sorbos al café, una hoja en el puño cerrado.

6 de noviembre de 2015

el frenesí

Antenoche felicité a mis amigos por su cumpleaños. Uno había salido de acá y andaba en Letonia.
Cuando le contacté el wey al parecer andaba pedo, porque finalizando los temas de familia y amistad, me dijo que la gente que no había venido el día de muertos aquí, los había alcanzado allá.
Suelo ser respetuoso cuando alguien se pone pedo y dejo que diga lo que la embriaguez les impulse decir.

Juanito era un vato en común. Nos acompañaba a la cineteca en los 80s.
Recién mamaba a Bono después del evento del Live AID en el 85.
Había circulado un rumor que tenía SIDA. Cuando tocaba El TRI, se ponía desde Metro Guerrero a cotorrear jotos que salían al Bar 9. Varias veces se lo llevaron a la delegación.
Armó casas de citas y proveía dotaciones variadas.
Se había convertido en el rey de los jotos, así se hacía decir él mismo.
Perdió piso y después desapareció.
Hasta que una vez lo encontraron muerto tirado en la vías del tren.
El día de muertos cuando vino hace unos años, dijo gustoso que aunque el tequila ya no era el mismo lo seguía disfrutando como si estuviera vivo.
Quería decir palabras de despedida como si no se fuera a repetir al siguiente año el cotorreo, pero bueno, si entre vivos hay pedos de comunicación, qué podemos esperar de los humanos para entender lo que quieren decir los muertos.

Mi compa terminó diciéndome antes de jetearse, que el vodka que había conseguido en su ciudad de estancia, era mejor que incluso los que le habían mandado de Rusia.
Dijo que Juanito bailaba las de Wham como Freddie Mercury.
Qué mamada. El DF ya no es la mismo.

 
biz.