Cuando iba a la preparatoria, hubo muchísima actividad de
bandas locales en mi ciudad. Cada fin de semana había conciertos, toquines,
festivales, fiestas, tanto legales como clandestinos. Yo, siendo una niña
puberta con muchísimas ideas liberalistas y un tanto ingenuas, tenía muchísimas
ganas de crecer y moverme dentro de la escena. Quería llegar a cualquier lugar
y ser conocida por todos, hablar con todos, saber de todos, y así en algún
momento llegar a cambiar de lugar con las bandas, ver todo desde la perspectiva
del escenario y poder vivir de la música. Siempre fue mi sueño. EVIDENTEMENTE siendo
menor de edad, estaba a expensas de lo que dijera mi madre. Y su respuesta
siempre era no. En el ambiente de mi familia, eres sospechoso de todo hasta que
seas capaz (si puedes) de probar lo contrario. Si hay drogas, alcohol, cigarros
y promiscuidad a tu alcance, seguro eres un drogadicto, alcohólico, fumador y
promiscuo y estarás bajo encierro domiciliario hasta que seas capaz (si puedes)
de probar lo contrario. EVIDENTEMENTE no pude. Sigo teniendo problemas demostrándolo.
Por lo tanto, me perdí de la mayor parte de los eventos importantes de mi
ciudad. No logré conocer mucha gente y si bien mis intentos de ser gregaria
fueron fructíferos de cierta manera, no fueron un éxito total, y terminé por
aislarme.
De alguna manera, por extraño que parezca, me dejaron
estudiar lo que me vino en gana, así que estudié música, para aumentar el
trauma y la terapia de shock. Una vez en la carrera formé mi banda y comencé la
agotadora tarea de lograr algo con ella. Lamentablemente la escena había
cambiado muchísimo.
Lo que alguna vez habían sido fiestas, terrenos privados,
salones de fiestas, bodegas y demás, ahora se reducía al pequeñísimo escenario
de uno o dos bares en la ciudad. Bandas que tenían el descaro de anunciar el
inicio del evento a las 8 pm y comenzaban a tocar a las 12 de la noche porque “hubo
partido”. Lugares que querían pagarte
por tocar con cerveza. Organizadores que te hacían vender boletos DE LOS CUALES
NO TE QUEDABAS CON UN PESO. Poco a poco la escena fue declinando y declinando
hasta el estado actual, en el que podemos decir con toda seguridad que está
prácticamente muerta.
Llevo varios meses desde que cesó toda actividad con mi
banda preguntándome qué fue lo que pude haber cambiado en el trayecto, y
realmente me doy cuenta de que sería muy poco. El problema no es uno. El
problema es el entorno.
El problema son esos que dicen “saca la fiesta” a 10
personas distintas y terminan por no ir a ningún lado. Los que se quejan de los
40 pesos de cover, que entiendo perfectamente porque, siendo en un bar, tienes
que pagar consumo además de tu cover (pero también tienen que entender que el
consumo es para el bar y a nosotros nunca nos pagan). Los que siempre te están
echando porras, “ánimo”, “vas a llegar lejos”, “cuando seas famoso ni nos vas a
querer hablar”, y cuando les pides que compren un disco de tu banda o que
asistan a una tocada de repente se desaparecen o tienen mil problemas de dinero
o mil compromisos.
Estoy desencantada de todo en la escena, y ni siquiera es
culpa mía.