6 de mayo de 2016

la mancha, perra

Venía limpiando frijoles en la camioneta rumbo al mercadito.
Esta vez tocaba en San Bernabé.
Traía unos perritos que le habían dado ´para ver si se vendían´.
Ellas sólo vendían granos y cosas básicas para comida humana.
Y bueno también traían comida de gato, de perro; y los cachorros olían el penetrante olor que venía del pedigrí.


Se habían peleado con los del Sam´s porque los bultos que les habían vendido venía la comida húmeda.
Nunca ganaron y mejor recomenzaron a surtirse en el mercado de abastos.


Alicia era la más chica. Su madre de niña había llegado a Monterrey de Zacatecas en los años ochenta y era la que manejaba la camioneta. Su séptimo vato, -antes tuvo seis-, llamado Isaías, había quedado de ayudarles ese día porque había tenido un accidente en el jale y en el seguro social le dieron los días para que se recuperara.


Llegaron y pusieron el puesto. Tubos oxidados y lonas color naranja y blanca añejada por la sucia tierra polvorienta de monterrey.
Estaba nublado pero hacía un chingo de calor. De esas veces que estás seguro que no va llover.
Sandra, nombre de la madre, estaba preocupada porque algo le faltaba. Y a voces parcas le pedía a Alicia que pusiera una merca por aquí y otra por allá.
Alicia se divertía con los perritos enjaulados en una caja de madera de las que se usan para guardar la fruta. Y le puso una tacha de madera por arriba para que no se brincaran.
La niña había llenado un bote de agua con salida de atomizador para estar mojando a los cachorros y que no sintieran calor.
—Pinche bochorno —asesinaba la rutina aburrida la vecina de al lado que vendía música en microSD y discos pirata– ¿ya almorzaron, Licha?
—¡Mmm hn´ombre! ¿Qué estará bueno? —interpuso Sandra la respuesta
Mientras le recomendaba la señora el porche de una casa ´de por ahí´, que vendían gorditas de chicharrón, llegó Isaías pa pronto con mano por delante sobre Sandra.
Ésta sonrió:
—Ooh, estate.
—Te traigo ganas, puchi —le susurraba y manoseaba–
—Vámonos por una gorditas. Hija, ahorita vengo. Mercedes, ¿porfi le echas un ojo? —se minidespidió Sandra.

Llegaron con McDoñas, así decía afuera la cartulina fosforescente rayada con plumón, en un barandal amarrado con alambres.
Se pusieron a platicar mientras les servían. Sandra nomás se le quedaba viendo. La ganosidad se prendía mientras Isaías desahogaba sus pedos:
—Si vieras cómo se puso este wey cuando le dije que me subiera la paga. Si no soy cualquier mosaiquero. Tengo 20 años en este pedo, Sandra-eh....
—Ay ya ni me digas. Ya te dije que podemos estar en más mercados.
—Aaah pero no quieres que me vaya a vivir contigo.
—Mi hija no se ha aparecido desde antier y me manda a buzón su celular.
—Ya te dije que yo la pongo en cintura pero no quieres.
—Ay sí, brincosdieras...
–Traigo las manos sucias, oiga, señito, ¿tiene baño?
—Sí, pásele, al fondo a la derecha.
—Ah chinga, como el dicho.
Isaías agarró de la mano a sandra y se la llevó consigo. La puso junto al lavabo. Puso el cerrojo y sandra se bajó el pantalón hasta arriba de las rodillas. El wey la volteó hacia el espejo estrellado después de darle unos besos. Le hizo una cola en el pelo y se quemaba una vela que expedía olor a canela. Sandra estaba en pensamiento con su hija, hasta que sintió fuerte y macizo el pene de su ponedor.
Les escurría el sudor la frente hasta caer en los labios donde cada quien por su cuenta se sacaban la lengua para ensalivarlo.
Se vino en la nalgas y le dio una nalgada y se limpió en el pantalón de ella.
Sandra reacomodada de frente y con el pantalón abajo, quieta, tristona, mirándolo a la cara le pidió que le ayudara con su hija:
—... Y te vienes a vivir con nosotras.
A Isaías le brillaron los ojos pero se sordeó para que no le viera la emoción:
—La mancha, perra.
—¿Cuál mancha? Ya me limpié.
.......
—En la panocha, pendeja.
Alicia debía oír un ´sshht sshht´ que sonaba del puesto de enfrente, pero estaba concentrada jugando muy contenta con los cachorros.
Como apenas había hecho la cruz en la venta, las ensoñadas distracciones para un niña seguían cabiendo a esa hora del día.
—¿Alicia, tienes dinero?
Era Kimberly. Su hermana mayor.
—No.
—¿Y esos perros?
—Son míos.
—Hasta crees. Dame 200.
—No tengo, ya te dije.
—¿Y mamá?
—Ahorita viene.
Kimberly agarró una bolsa y comenzó a llenarla del cereal que se parecen a las zucaritas y frutilupis:
—Le dices a mamá que su novio me violó. Y que una amigo que es policía me va ayudar a meterlo a la cárcel. Que voy a venir la otra semana para hablar con ella, pero si está Isaías que nel.
Salió corriendo hacia la avenida no antes sin darle un madrazo a la frágil madera de la jaula de los cachorros para tomar uno.
Alicia de reojo con lágrimas en sus ojos vio que le quedaban tres cachorros, mientras le llenaba a los clientes bolsas de garbanzo y lentejas. Empezaba la cuaresma, ese día era miércoles de ceniza.

1 de mayo de 2016

Del recuerdo

Porque deseo sea tan feliz como yo lo soy ahora.... Llegas a un punto, en el cual descubres que, fuiste solo un fantasma, la sombra de lo que alguna vez fue una grandiosa mujer, una diosa, un milagro. Llegas al punto, en el que te das cuenta que de no haber buscado el infinito en su cuerpo, no estarías en este mismo momento zurciendo un corazón roto, con la cara lavada en sal, hilvanando recuerdos, sonriendo fotografías, añorando su abrazo, buscando el teléfono, sollozando el silencio… Y te das cuenta, viendo su reflejo, que no hubo un momento en el solamente fuera tuyo, realmente tuyo… Y ahí, es cuando caes en la cuenta, de que quizá no todo fue tiempo perdido, que ganaste una cicatriz mas, que volaste y que ganaste, que así de maltrecho, herido, mallugado, aun puede tu corazón amar, y es simplemente maravilloso! Tropezar, caer, levantarse, de eso siempre se ha tratado la vida! Llora, ahora que puedes, llora, desgarrate el alma, luego, levanta la cabeza, cierra la puerta, abre la ventana y disfruta de el sol de la primavera, perdona, pero nunca, nunca olvides, porque gracias a eso, hoy eres lo que eres…

22 de abril de 2016

Trip.


Viajé a Tánger
deposité un sueño en su mar
hundí mis manos en sus nubes bajas
bebí neblinas y rasgué el tatuaje
humeante de una ciudad de laberintos

Tánger

aún no salgo de sus calles
sigo buscando una ciudad blanca
un viejo tren cruza la columna caliza de mis sueños
recurrentes
las montañas Atlas vienen hacia mí
a lo lejos, como un Dios después del sexo
duerme agotado el Sahara

una voz me dice
busca el sur. cualquier sur
¿es un sueño o es una memoria?
pero huele a estrellas quemadas con soldadura de magnesio
en la mesa de un café, escribo una carta para nadie
es/era/sigue siendo febrero
frío y nauseas me visitan como fantasmas

cuánta hambre de ciudades me sacudí aquella vez en Tánger.


6 de abril de 2016

Por volverte a ver

Salimos rumbo a la Colonia Acero.
Veníamos de la Bella Vista escapando de un fantasma que según se dedicaba hacer exorcismos por las madrugadas.
Recogimos al Pancho de cervecería de trabajar su turno.
El pedo que pasaba era que Kimberly comenzó actuar de forma extraña a cierta altura de la venida y en lugar de irnos para Valle Verde agarramos Ruiz Cortines rumbo a Universidad y luego Madero.
Habíamos alcanzado a ver la vestimenta del monje, del sutano que provenía de la Hidalgo.
Traía barba prominente y a lo lejos brillaba su piel como manteca derretida.

Es un pendejo cualquiera. Parece vagabundo.

Cállate, puñetas. Písale.

Mira ahí está un chota.

Bájale.

Quién te entiende.


Kimberly gritaba que el monje seguía apareciendo en el trayecto.
La idea de las birongas se quedaba esperando hasta la valle muerte.
Mientras en el estéreo Maleno ponía Banda dizque pa bajar el estrés.

Yo suponía que las canciones de desamor muchas veces chafamente atrae a las almas perdidas pero en este caso no quedaba porque los monjes no son populares en que tengan amores perdidos, pero esta morra insistía en apariciones como si fuera la contacto favorita de los espectros.

La gasolina se nos estaba acabando y desordenadamente proponíamos gasolineras abiertas a esas horas.
Llegamos a una pa su madre que me bajé al baño corriendo y el despachador fingía quietud con su radio de mano escuchando canciones de radio recuerdo.

Apestaba a gasolina el baño como si la hubieran miado hasta por el resumidero donde se llena la tina de agua con trapeador.

Regresé al carro y Kimberly se habia quedado dormida.
Pancho andaba eructando y le enseñaba al de la gasolinera los perfumes que cargaba en su mochila.
Comenzé a observar que ya todos estaban tranquilos y se me ocurría que fuéramos hacia el sur para ver si estaba abierta aún alguna cantina.

Vámonos grité

Deja que termine de ver al catálogo —contestó pancho

Con tanto pinche pañal cagón que se avienta brandoncito, tengo que sacar lana extra dijo Pancho arrancando el chevy

Vende el carro, puto.

Estarás pendejo. ¿Qué pedo?

Hace chingos de calor, vamos Al Chiflido.

Puto si está cerrado.

Puta la Lupita.

Ora, pendejo.

...o-te creas ombee.


Estaba claro por dentro y hasta la madre de carros por fuera. Nos estacionamos en la esquina y el gato del dueño estaba jetón.
Timbramos porque esa madre siempre la cerraban con candado y dejamos a Kim y al Maleno en el chevy porque ella seguía dormida.
Nos abrió el dueño. Un viejo de unos setenta años.

Entramos y vimos que ya habían puesto cámaras de seguridad.

Qué tal, don, sí se nos vende la caguama pancho le decía al dueño

Sí, Panchito. Bienvenido. Sonríe, besitos a la cámara.... mu mu mua.....

Ahora besitos de piquito... mu...

Ora, pulmón, ...-yase a la vergaa el Pancho medio giñado lo hizo a un lado


Subimos a la terraza llena de macetas y estaba venteando machín.
Chingos de hierbas cacique aunque se miraba que recién habian pintado.
Por fin encontramos una mesa hasta un extremo porque casi todo estaba lleno.
Ahí siempre estaba oscuro y lo único que nos iluminaba era la luz de la luna pero el mayor romanticismo del lugar lo estaba dando la quemadera de mota.

Después de media guama llegó Maleno con malas noticias:
No aguantó más el calor, se bajó del carro y pasado esto la kimberly prendió el carro y se fue.

—Yo qué, pinche marrano, ¿para qué dejas las llaves en el carro?
Mándale un whatsapp.
No tengo su número.
Yo lo tengo.
Prende un churro, puñetas.
¿Qué le vas a escribir?
Que la extraño, seguramente, pendejo.
Audio, audio...

"¿Kimberly, dónde estás?"

"Hola, amor, ¿quién eres?

"Kimberly, ya nos vamos, ven por nosotros"

"Ah hola, pancho, sólo vine al oxxo. Ahorita voy"

"¿Qué vas a comprar?"

"Vine a orinar. Ahorita voy"

"Ok"


-¿Qué?... La pendeja se fue a mear al oxxo.
-Pinche Maleno, no vales verga.
-Aaaah ¿qué, marrano? Ya dijo que viene para acá.
-Tú y tu amiga lurias se los va cargar la verga.

En eso se oyó un arrancón y un chingazo como si las cinco de la mañana mandara a la verga la madrugada y el sonido de la balata del freno del ruta 88 como si lo confirmara.

Kimberly se había matado chocando contra la postrimería del bar. Tumbó la puerta y la pared; desprendió la banca de cemento contigua al interior donde los cojines y 'el pocho', el gato de la entrada, salieron volando embarrados hasta el karaoke del fondo.

El karaoke no se apagó. Sonaba Dyango.



6 de febrero de 2016

Involuntad

Eduardo Caccia hablaba hace poco sobre la decadencia que está ocurriendo con la paciencia.


El que la espera esta disminuyendo a raíz de cosas como la tecnología en la que ha sido partícipe fundamental en esa menorización.


La particularidad de ese tema creo que no ha sido discutida ampliamente porque los que podamos presumir que aún poseemos esa cualidad, hemos caído en la ambigüedad.


Denostamos simplemente que debería ser una virtud para las nuevas generaciones y que ocurriera hereditariamente o que simplemente, en los entornos de educación o crianza debiera bastar para ello.


Ni siquiera incluimos también que el servicio de las comidas rápidas por ejemplificar algo, han sido los parámetros que permean dicha contrariedad.


De qué le sirve esperar a alguien bajo el término de ´las cosas que llevan tiempo, son las más recompensables´, si por otro lado nuestras actividades permiten reconfontar situaciones u obtenciones beneplácitas en sólo un instante.


No basta hablarlo o decirlo, basta tener la certeza en una acción que sea método de aplicación en la cosa más mínima que hacemos de la vida diaria.


Me he dedicado a buscar libros o artículos difíciles de conseguir para gente que no tiene tiempo o que simplemente no le interesa indagar personalmente, reliquias u objetos de la parte final donde aún no nacía el internet, y aunque los resultados han sido de todo tipo, las reacciones a éstas ha sucedido de forma tan predecible, que dependiendo de cada generación para las que me encomendé dichas búsquedas, me invitaron a festejar con una sopa instantánea o con un puchero.

Falseamos búsquedas de contenidos cuando en realidad de lo que no pasamos es de la simple superficialidad como se ha estacionado al menos, en los últimos veinticinco años.


Mientras no aceptemos que buena parte de la esencia que somos, siga perteneciendo o adaptándonos a las inventivas más novedosas que nos caen como bombas sin ser claros en lo que nos hemos convertido, no podremos ser ese valor que decimos pero que evadimos en el acto.
Alejemos la dependencia de nuestras rutinas y veamos de qué cuero salen más correas.




19 de enero de 2016

Temporada Invierno 2016


Aunque mi vida laboral absorbe ya la mayor parte de mi tiempo, aún encuentro momentos (como mi kilométrico recorrido en transporte público) para darle prioridad a las cosas de la vida que realmente me importan.
COMO VER ANIME, POR EJEMPLO.
Hoy, a falta de un mejor tema qué cubrir, les traigo mis descubrimientos para la temporada de anime que acaba de abrir hace poco más de dos semanas. Las dos siguientes son, (en mi humilde y no completamente errada opinión) las mejores propuestas de esta temporada.




BOKU DAKE GA INAI MACHI.

Satoru es un dibujante de manga al cual rechazan repetidas veces de una editorial, porque sus historias no transmiten nada de su personalidad. Satoru comienza a preguntarse por qué no es capaz de dejar que nadie vea su verdadero yo, y durante esta introspección conocemos su rutina diaria trabajando en una pizzería.
Un día, mientras reparte pizza, Satoru experimenta un extraño fenómeno que se ha repetido a lo largo de su vida, al que él llama "Revival": vuelve a vivir los 5 minutos anteriores a que alguna vida corra peligro de terminar. En esta ocasion, logra salvar a un pequeño de ser atropellado por un camión, con consecuencias bastante malas para él. A lo largo de todo el episodio, y con ayuda de su madre, va recordando puntos clave de un suceso importante de su vida, que probablemente contengan la respuesta de un crimen cometido 20 años atrás.

NO LE DIGAN A NADIE QUE LO CONSIGUIERON AQUÍ.



AJIN.
17 años atrás, se descubrió el misterio de una nueva raza: los "ajin" son criaturas inmortales con apariencia humana. Su presencia ha desencadenado batallas y un despliegue de seguridad ultra secreto ha sido puesto en marcha para preservar la superioridad de la raza humana.
Kei es un chico de preparatoria al que realmente no le interesa gran cosa aparte de estudiar y ser un buen ser humano. Casi ha olvidado el extraño incidente que su hermana y él presenciaron años atrás, y también casi ha logrado evitar que lo relacionen con su mejor amigo de la infancia. Sus compañeros de clase se muestran muy entusiasmados por cobrar la recompensa que ofrecen por entregar a un ajin, pero el principal problema es que uno no puede probar que otra persona lo sea, a menos que no pueda morir.
El hecho de que este anime esté generado completamente a computadora es otra de las cosas en sumo interesantes del mismo. Puede que este estilo de animación no termine por acomodarnos a todos, pero hemos visto fusiones interesantes como en el caso de Owari no Seraph, así que hay que saber pasar por alto los detalles que nos incomodan y disfrutar de una historia que, bien llevada, tal vez se convierta en uno de los más famosos animes de este año.

POR FAVOR NO DESCARGUES NADA DE ESTE ENLACE.

¡Ojalá los disfruten!

6 de enero de 2016

Perorata

No soy la única persona en este planeta.
De hecho somos varios.
La coincidencia viene en estar de acuerdo en estar en desacuerdo que el resto, usen su celular al momento que ingieren sus alimentos.
 

En los últimos meses, ha habido un creciente déficit alimentario en el que se ha manifestado que llegan pedazos de sus smartphones a sus estómagos.
Esto ha hecho evidente, que las modificaciones puedan estar sucediendo en el cuerpo humano.
 

Hemos visto cómo la frialdad se ha apoderado en una gran cantidad de gente. Sucesos como matanzas de algún ser vivo han pasado a ser parte de la cotidianidad.
O también por ejemplo, cómo un vegano, entre otros, no siente emoción alguna al comerse una de las plantas en su vida diaria.
 

Las relaciones que tenemos con nuestras mascotas o en su bien, en su estatus como hermanos o gran parte de nuestra familia que son, se han ido degradando. Denostamos estar dejando de ser primitivos para ser neo-primitivos.

Que las cosas básicas al desatenderlas las estamos fusionando con cosas que ahora permitimos se apropien de nuestra vida misma.


La ingesta de productos que no fueron hechos para ser comidos, lo estamos realizando y no sabemos hasta qué punto podamos convertirnos en algo que tal vez nunca llegamos a considerar.


Por otro lado, los microbios que estamos generando al acumular de otras actividades que antes no sucedían, nos están permeando.


La globalización que con tanta alarma se mencionó en la década de los noventa, ni siquiera ya ha tenido lugar a una discusión creativa, puesto que ya ha sido solidificada.


Seguiremos creciendo pero ya no de una forma única. Sino con rasgos desconocidos que posiblemente ni después de la vida, sabremos deducir.


Elijamos una vida difícil.

Si las generaciones anteriores pudieron lograrlo, nosotros también podremos hacerlo.
Sólo mirémonos a nosotros mismos, antes de que sea demasiado tarde.

19 de diciembre de 2015

La cena.

Microficción.

La plática se convirtió en discusión, la discusión en debate, y el debate en plática mundana entre platillos navideños y refulgente cubertería.
En el comedor no había nada especial. Era otro comedor más de una casa estándar, con decoración y amueblado un tanto anticuado, característico de las casas heredadas de algún familiar.

El reloj avanza, cada vez las manecillas se ubican más y más cerca de la media noche. Miradas nerviosas dirigidas de tanto en tanto al reloj indican que probablemente esta noche él tampoco vendrá. Lo han esperado tantas veces, tantos años, que ya les cuesta trabajo recordar la razón por la cual lo esperan, pero igual lo hacen. Es su amigo, y nunca podrían perdonarse el olvidar considerarlo por completo en estas reuniones tan importantes, que solo ocurren una vez al año. Naturalmente, terminan por cenar sin él, pues la comida se enfría. Naturalmente, comienzan a resignarse al hecho de que este año será otro año más que no lo verán. Las anécdotas se terminan. Los ánimos medran y las energías se agotan cuando en el reloj del comedor suenan las doce.
Todos se levantan y felices, pero al mismo tiempo nostálgicos, comienzan a abrazarse unos a otros. Una de ellas comienza a llorar y los demás sonríen, incómodos, incapaces de descubrir por qué también ellos se sienten así. Jorge no ha llegado otro año más, y aunque todos están aquí, sin él hay algo que falta, sin él es como si las cosas se sintieran incompletas. Uno de ellos comienza a preguntarse por qué siempre deciden esperarlo a pesar de que jamás llega.
Jamás.
Una palabra extraña.
¿Jamás llega? ¿Cuánto tiene que no lo ven? Los cuestionamientos empiezan a flotar en el aire, ahora entre todos, en sincronía. A pesar de la inquietud sirven el vino. El último brindis de la noche, como de costumbre, es también para el que no llegó. Aunque no entiendan por qué. ¿Cuántos años tiene que Jorge no llega a las reuniones? ¿Por qué nunca llama para avisar que no vendrá? ¿Llamar?
Uno de ellos voltea a mirar a su alrededor mientras los demás alzan sus copas. Están en su casa. En casa de Jorge. La casa a la que nunca llega. Siempre se han visto aquí, desde que recuerda, pero no recuerda que nadie les haya abierto la puerta. No recuerda que alguien los haya invitado a pasar. No recuerda cómo llegaron, ni sabe quién trajo qué platillo. Pareciera que todo en el universo se resumiera a  éste preciso momento, la cena de navidad, poco después de media noche. Está a punto de hacerles notar las inconsistencias, cuando las copas chocan entre sí, y alguien entra por la puerta que da al pasillo, encendiendo la luz.
Del pasillo vienen las voces alzadas de una animada fiesta, y en el umbral, con la mano en el interruptor, está una niña de aproximadamente doce años. 

El comedor se ve tranquilo, como siempre se ha visto desde que recuerda. La luz blanca zumba e ilumina cada uno de los rincones de la pared pintada de blanco con pintura base aceite, para limpiar mejor el cochambre generado por la pequeña cocina adaptada en una de las alas de la casa que solía ser de su abuela. Desconcertada, la niña esquiva las 5 mesas del recinto y abre la puerta que da a la calle. Sintiendo el frío en su pequeña nariz, se asoma a ambos lados de la calle. Está tan oscuro que busca el interruptor para iluminar el letrero puesto a todo lo ancho de la propiedad: CENADURÍA DON JORGE. A pesar de la luz, no alcanza a ver nada y frunce el entrecejo antes de meter la cabeza y poner el pasador a la puerta.

La voz de su padre la sobresalta. Le pregunta qué hace. Ella contesta que escuchó algo y vino a ver si la puerta estaba cerrada. Don Jorge sonríe a medias y mueve la cabeza, riéndose de la vívida imaginación de los adolescentes. Le pide que regrese a la casa, que ya casi es hora de los abrazos, y la niña sale del comedor.
Antes de apagar la luz, Don Jorge le dirige una rápida mirada a una mesa en el rincón más alejado de su pequeña fonda. Encima de la mesa hay una fotografía de un grupo de gente joven sonriendo a la cámara, y frente a ella un simple vaso con una vela adentro, y un jarrón con flores frescas.
Conmemorando la Navidad, Don Jorge no solo adorna su cenaduría. También pone un pequeño altar, año con año, a los amigos que una Navidad de hace 20 años, nunca llegaron a cenar.

22 de noviembre de 2015

3.43 PM

Viajo por las edades de tus manos
Por los veranos de tu boca
Me quedo a esperar el vaivén de tus piernas
La muerte oscura y dulce de tu beso
Dos labios que no dicen nada
Que se queman en el aire espeso
De una tarde 
Te espero, tu espera es mi patrimonio.
Me he vuelto viejo y un niño esperando 
recordando la música de las estaciones de tu cuerpo.

20 de noviembre de 2015

25 verdades.


Luego de mis años de cómoda adolescencia, me atreví a mirarme fuera de la neblina de la negación. Descubrí, casi con horror, que me había transformado en un adulto.
Uno, pese a lo mucho que lo intente, no puede evitar crecer. Y es en esas circunstancias en donde miras a tu alrededor y empiezas a preguntarte qué hiciste mal.
No, no hiciste nada mal. Sólo te alcanzó la edad. Y entre todos los cambios de los que me dí cuenta por experiencia propia y algunas más que me han contado mis amigos, destaco estas 25 verdades universales de convertirse en un adulto.
1. Nunca te pagan lo suficiente.
2. Siempre será demasiado pronto para tener hijos.
3. El sueño que tenías cuando ibas a la escuela no es nada comparado con el sueño que tienes cuando trabajas.
4. No importa qué edad tengas, estando solo en tu casa o en el trabajo, jamás dejas de jugar.
5. Siempre hay alguien que hace las cosas mejor que tú.
6. Nunca sabrás por qué quieres trabajar con ellos. Ni tu entrevistador lo sabe.
7. El mundo es un desmadre y esta muy mal. Siempre lo ha sido, y siempre lo será.
8. Un inodoro, una cama y un refri son necesarios. Lo demás son comodidades.
9. El rebelde termina en donde comienza el salario.
10. Lo que puedes dejar para dedicarte a trabajar, es un hobbie.
11. Lo que no puedes dejar para dedicarte a trabajar, es una pasión. Cultívala.
12. Conoces a más gente de la que eres capaz de recordar.
13. Tienes menos amigos de los que creías recordar.
14. Todos tenían razón: los mejores años son los de la adolescencia.
15. Extrañas preocuparte por tarea y clases.
16. Tu título no importa.
15. Si no se dedica a nada y se la vive de peda o de viaje, es junior, vividor, o narco.
16. Te preocupa más ahorrar que gastar.
17. Te preocupa más salir a comer que salir a beber.
18. Los niños ya no te caen tan mal.

19. A estas alturas, ya no te importa que tu jefe vea el meme de minions que compartiste en Facebook.
20. Comienzas a considerar seriamente tomar clases de baile.
21. Comienzas a considerar seriamente hacer ejercicio.

22. Ya sabes para qué sirve la butilhioscina, la ranitidina y el paracetamol.

23. Nunca dejan de gustarte las caricaturas ni los super héroes.
24. Tu auto deja de ser algo que puedes presumirle a tus amigos y comienza a ser algo que te permite ir de un lugar a otro fácilmente.
Y por último, pero más importante:
25. Comienzas a entender que ningún adulto tiene ni puta idea de lo que está haciendo; todos están improvisando.

 
biz.