25 de diciembre de 2014

Coexistencia

Como siempre, a la cuarta caguama, empecé a despotricar en contra de ellos… sé que siempre lo hago aunque la impresión del holocausto zombie pasó hace un chingo. Ahora nos hemos acostumbrado a verlos deambular por donde sea, con sus brazos levantados, con esa peste a tierra húmeda y carne putrefacta que solo ellos tienen. Por mí no hay pedo, de verdad que no, soy una persona tolerante y de mente abierta pero lo que en verdad me caga es que causan un pinche tráfico de mierda, se les rompen los brazos con la madre esa de los cambios o se les cae un ojo en un semáforo y ahí vienen los accidentes y nadie hace nada.

Mi tía Servanda (la rata de iglesia) decía que era un castigo divino por tanto pecador caminando por la calle, por tantos hombres y mujeres que hacían caso omiso de la ley de Dios y también por tanto político corrupto. Mñeh, algún pendejo con un cóctel de virus, esporas multiformes, magia negra y un pinche desprecio por la humanidad (o necrofílico el puto) nos trajo la vida después de la muerte aquí en la tierra.

Es una reverenda mamada. Da Vinci decía que una vida bien usada te llevaba a una dulce muerte, y conozco muchas personas que vivieron de acuerdo a esa premisa para disfrutar incluso en su última morada, pero se encuentran con que, cuando su cuerpo se hincha y desecha todos los fluidos esos tan bonitos que guardamos y su carne cambia de color, a su cuerpo regresa una compulsión más grande que el descanso eterno y salen de sus tumbas. Por eso a veces ni los entierran, nomás les avientan un pinche trapo encima y les sacan la vuelta, le han quitado el misticismo y respeto a la muerte, lo trivializaron a más no poder. Me acuerdo que cuando se murió mi primo Cosme, lo treparon en una mesa de billar y se cagaron de la risa cuando el vato despertó a los seis días oliendo aún a tequila y marihuana y sin saber donde estaba.

Ya me encabroné. Además, mi hija la Cuquita se la ha pasado llorando toda la semana porque el pendejo de su vato la dejó por una morra que se mató en un accidente automovilístico el mes pasado. Hablé con él después de que mi niña quiso cortarse las venas para ser también zombie y recuperarlo (vieja tenía que ser la babosa); quería que me contara que se siente que en verdad se le salgan los ojos a la morra cada vez que se la mete... ah, y claro, si es mejor que mi niña que late por todas partes.

Aparte ya empezaron a aumentar los impuestos para la cría de humanos en invernaderos para que se alimenten de ellos porque quesquelos cerebros hidropónicos no saben igual. Que la chingada, ni siquiera redondeo mis pagos y ahora resulta que tengo que dar una lana extra para que el pendejo de mi vecino no venga en la noche a meterme un popote en la oreja y me absorba lo que tenga dentro o se coma a mis hijos antes de la cena.

Yo digo que va contra la naturaleza que humanos y zombies compartamos los mismos espacios. Debemos darles descanso eterno.

19 de diciembre de 2014

Desconfianza


Por @engentada

Siempre odié ir a la escuela. Odiaba salir de mi cama calientita al frío de la calle, con un suéter de acrilana que, además de feo, no calentaba un carajo. Y además con falda. Odiaba estar encerrada horas enteras en un salón de clase con otros 39 muchachillos roñosos y poco simpáticos, y tener que dejar la comodidad de hacer lo propio en el baño limpiecito de mi casa, para ir a mear de aguilita a un cubículo oscuro, frío y apestoso. Odiaba tener que cambiar un desayuno recién hecho por un sándwich de religioso jamón, cada día de la semana, con la servilleta tozudamente pegada al pan. Odiaba tener que intercambiar monedas por bebidas, hacer cualquier deporte o relacionarme con otra gente. POR DIOS, LA GENTE. Niños en la fila de los dulces. Niños en la fila para el baño oloroso. Niños en el patio, en el salón, niños en las canchas, niños, EVERYWHERE.
Si mi escuela primaria matutina urbana federal no era el infierno, estaba muy cerca de serlo. Ahí fue donde conocí el absurdo término "trabajo en equipo". GOD WHY. Siempre hay un bruto que trabaja por todos. A mi no me ha gustado nunca depender de nadie para hacer mis cosas. Por lo tanto yo era esa bruta. No era capaz de confiar en mis compañeros para hacer labores simples, no podía esperar que las cosas se hicieran bien si no las hacía yo. No sé si era lo que pretendían mis maestros al encargarnos sus fregaderas, pero aprendí que desde mis nueve pequeños años soy INCAPAZ de confiar en otra gente.
Nunca me ha gustado tomar taxi sola, no me gusta la gente que se me acerca en la calle a hacer plática casual, si no conozco el lugar al que voy, la primera vez debo ir acompañada, procuro sentarme sola en el autobús, no me acerco a coches en movimiento y siempre miro por sobre mi hombro cuando alguien viene caminando detrás de mi. La desconfianza es algo inherente a mi, construida en base a sinsabores y malas experiencias. No hay punto medio para mí, o desconfío o no, y la confianza, siempre frágil, se prueba para mí a diario. Conocer y confiar son conceptos separados, y desafortunadamente eso también me ocasiona problemas serios: la gente que me rodea siempre está a merced del severo escrutinio impulsivo de mi cerebro. No hay acciones desinteresadas de gente que no conozca, la gente que se me acerca de buen talante siempre tiene alguna razón ulterior. No quiero comprarte nada, no hay razón para que me mire así, señora, ¿por que me sonríes, estúpido? No te sientes junto a mí en el autobús, por favor, ponte audífonos, no me preguntes la hora...

13 de diciembre de 2014

Las mujeres de los directores, una infografía.

Muchos directores de cine reconocidos suelen usar un estereotipo de heroína o de villana en sus películas. Aquí una muestra de los más obsesivos con el tema.

Infografía: Beatrix G. de Velasco

8 de diciembre de 2014

Irak.

there are worse things than
being alone
but it often takes decades
to realize this
and most often
when you do
it's too late
and there's nothing worse 
than too late...
Bukouski.


 Lo admito, tenía miedo. Las piernas me temblaban mientras me acercaba a él. Hacía ya mucho tiempo que no me sentía así cuando alguien me veía de esa manera. Su voz. Sus ojos. La manera en la que movía las manos. Todo era nuevo para mí. El color de su piel iba cambiando, sus manos se tornaban frías y pálidas pero su cara era cada vez más roja. No podía entender lo que decía. Todo era lento e incomprensible.  La luz blanca que al principio me cegaba se torno negra de manera inexplicable. De repente  escuché su voz más clara y más cerca. Volví a apretar mis manos frías y temblorosas. Perdí la noción del tiempo y  fue hasta que una oleada de aire helado volvió insoportable el sudor frio que recorría mi cuerpo desde adentro hacía afuera, desde mis tensas entrañas que querían salirse de mí por el miedo…Sí, tenía miedo.
Pregunté si aun me amaba y me contestó algo que no entendí. Seguí encima de él dando por hecho que su respuesta había sido un sí. Sus manos frías en mi cara, su rostro cada vez más rojo, sus ojos ya no me veían como al principio. Su voz eran gritos que ahogaba a besos intentando quedarme con su aliento  y sus pies… sus pies ya no se movían ya no peleaban. Dejo de pelear pero no me moví. Aún quedaba vida en sus ojos, la misma vida que me había robado a mi año con año, mentira tras mentira y sus promesas incumplidas. Al fin escuchaba el silencio, la plena soledad en la que siempre había estado pero que nunca antes había escuchado.
-¡Muévete! Me despertó…
-Te detesto. Pensé, justo antes de aventarme por la ventana.

6 de diciembre de 2014

Como abrazos en la puerta de hierro

Todo era oscuro. Teníamos la posibilidad de un último acuerdo para caminar tomados de la mano y llegar a la frontera para poder ver nuestros rostros sobre el río antes de cambiar.
                                          Ebodio Armenter



El futuro anunciado ha llegado y mi vida ha cambiado.
Puesto y dado esto, ahora siento que ya no soy el mismo. 
Si antes me costaba aceptar ciertas decisiones que no iban conmigo, ahora las busco para sentirme mejor.
Platiqué esto con un común y corriente y dice que es normal y que me vaya acostumbrando porque más adelante tal vez hasta me extrañe sentir el deseo de ver programas televisivos de chismes tercermundistas. Y la neta si llegara a tener razón, no creo poder soportarlo. Ante tal magnitud no sé qué pasaría.
Preferiría andar en algún triciclo vagando con cumbias bonitas.
Llegada la noche antes de dormir me puse a bien a analizarlo, y por más que le rascaba para encontrar una razón a esto, no daba con nada. Hasta que recordé que dichos cambios comenzaron hace aproximadamente un año cuando tuve un suceso por demás peculiar. Fue en la calle Juárez, enfrente de la alameda, ahí me encontré un sobre cerrado con una carta dirigida a Juanita López de parte de un anónimo según ahí decía y del cual a un lado tenía un signo empastado color azul con gris.
Entre lo extraño de lo extraño no fue encontrarme la carta, sino que al recogerla y verla, no había absolutamente nadie alrededor hasta que de repe de la nada y muy lentamente, apareció un carro color fiucha en el que un sujeto de lente oscuro y ensombrerado, riéndose, me enviaba la buena vibra con su mano izquierda. Me recordó al presentador de grupos norteños Jesús Soltero.

La carta decía: “Suerte; te vas con cuidado. Y no aceptes ofertas de gente desconocida, aunque te ofrezcan unos krankys o boligomitas.
Y si el tatuador te ofrece un precio más barato, no lo aceptes porque puede ir de por medio una infección marciana. Acuérdate que éstos le pagan a los tatuadores para conseguirles seres como tú.
Como quiera ahí hay espías nuestros y a veces logran evitar esas sorpresas. Ponte aceite y cuida tus alas. En la calle exagera tu protección, porque estarás sola y no habrá alguien con seguridad que te cuide.
Y te insisto, si alguien te genera confianza y necesitas mínimo hacerle una pregunta sobre alguna dirección, abstente de eso, más vale que te pierdas y tardes en llegar a que te tengan capturada en algún lugar lleno de comensales.
También no cargues la llave de la casa. Déjala abajo del tapete o enterrada en la maceta. Si te llegan atrapar es mejor que lo hagan sin la llave. Suena duro pero es más accesible conseguir gente como tú que conservar un lugar seguro que esté totalmente limpio y libre de animalitos espías.
Yo espero pronto salir de aquí. Llevo aquí tres días y ya me hicieron la base, sólo me faltan los rayos y las luces. Adelante de mí hay diecisiete personas e imagino que en menos de un día ya estaré libre. Si no pasa nada malo, te veo mañana por la noche para elaborar el siguiente plan y completar el grupo en el que sólo faltamos nosotros dos.
Cuídate mucho, muñe. Inyéctate la metusta y duerme bastante para que cuando salgas a la calle traigas los ojos bien pelones, ¿va?
Hasta mañana".

Esta carta lo define todo. Hace más de un año fui adicto a los krankys y lo dejé bajo amenazas del psiquiatra que no paraba contra mí: "Eres un obsesivo, un segundón que pretende ser como tu hermano mayor y que lo único que logras es alejarte de él. Uno más, teniendo una vida totalmente insípida. ¡Loooser!".

Ya conforme pasaba el tiempo cada vez menos me daban ganas de salir a comprar krankys en la tienditas. Así me fui deprimiendo más y más con sus fuertes adjetivos. Pero a cambio de eso él me alentaba a consumir cerveza. Y sí señor/señorita, lo hice obviamente porque necesitaba consumir algo.

Ahora he caído en cuenta que fue lo más saludable. Que si no hubiese sido por el Doc no hubiera salido de ese ritmo de vida rodeado de krankys. Incluso tal vez ahora ya no la estuviera ni contando. 
En cambio ahora con mi hermano paso más tiempo con él, ya que como se hizo compulsivo del krankys lo cuido una buena parte del día tres veces por semana. Ya soy más felíz.
 
Pero hay algo que me falta. Volviendo a lo de la carta. Y que ya sé porqué tengo esos cambios en mi vida. Es algo que no había confesado porque consideré intrascendente y sin importancia: Estoy por cumplir un año que trabajo en una empresa que me pagan por regalar krankys a la gente en la calle. Y si a mi jefe, que me vigila desde un edificio a unos seiscientos metros de distancia, le parece alguna persona que tenga muy buen potencial, le dispara con escopeta láser de larga distancia que los inmoviliza para que se los lleven en un carro color fiucha.

1 de diciembre de 2014

Diario



Para Flora Chacón, por su ayuda y apoyo en los ejercicios textuales nocturnos, en la búsqueda de remendar un corazón...

Jueves, junio 30, 2011
El sol me despertó esta mañana, después de una noche inquieta en la que los mosquitos masacraron mis brazos, abrí los ojos y ahí estaba, el nudo en la boca del estómago que me anuncia la certeza de un golpe mortal directo a mi mallugado corazón. Las ganas infinitas de llorar no se alejan, es un deporte extremo esto de parpadear para alejar el agua salada de mis ojos
Enciendo el celular, con la esperanza guardada dentro de un mensaje de texto que no llego en la madrugada, que no llega con el sol de verano; el nudo me hace sentir su presencia, vuelvo a parpadear alejando la lluvia maldita que amenaza con tormenta en mi rostro, quiere bañar el millón de pecas que ahí habitan.
No se vale, me grita mi adormilado cerebro; no se vale dar el todo por el todo y no recibir más que migajas, mi corazón moribundo le contesta con un halo de voz marchita, eso es porque esperas, nunca hay que esperar nada de nadie, porque entonces te dejaran tal como estamos en este momento, madreados, puteados, a la espera de que un trago de tequila nos llegue, para que arda la herida, pero a la vez comience a cauterizarla.
Ya no parpadeo tanto, el agua que amenazaba con salir en fuertes torrentes por mis lagrimales se ha dispersado, al menos por el momento, porque es seguro que esta noche la tormenta arreciara con toda su plenitud, dejando desolación y vacío a su paso.

No queda más que intentar deshacer el nudo de a poco, soltar el llanto hasta mezclarlo en un caballito de tequila reposado, cantar a José Alfredo, dominar el arte de embriagarse por despecho, y volver a despertar, con una cruda espantosa, el mismo nudo que no se larga, y la esperanza de un puto mensaje.

 
biz.