6 de diciembre de 2014

Como abrazos en la puerta de hierro

Todo era oscuro. Teníamos la posibilidad de un último acuerdo para caminar tomados de la mano y llegar a la frontera para poder ver nuestros rostros sobre el río antes de cambiar.
                                          Ebodio Armenter



El futuro anunciado ha llegado y mi vida ha cambiado.
Puesto y dado esto, ahora siento que ya no soy el mismo. 
Si antes me costaba aceptar ciertas decisiones que no iban conmigo, ahora las busco para sentirme mejor.
Platiqué esto con un común y corriente y dice que es normal y que me vaya acostumbrando porque más adelante tal vez hasta me extrañe sentir el deseo de ver programas televisivos de chismes tercermundistas. Y la neta si llegara a tener razón, no creo poder soportarlo. Ante tal magnitud no sé qué pasaría.
Preferiría andar en algún triciclo vagando con cumbias bonitas.
Llegada la noche antes de dormir me puse a bien a analizarlo, y por más que le rascaba para encontrar una razón a esto, no daba con nada. Hasta que recordé que dichos cambios comenzaron hace aproximadamente un año cuando tuve un suceso por demás peculiar. Fue en la calle Juárez, enfrente de la alameda, ahí me encontré un sobre cerrado con una carta dirigida a Juanita López de parte de un anónimo según ahí decía y del cual a un lado tenía un signo empastado color azul con gris.
Entre lo extraño de lo extraño no fue encontrarme la carta, sino que al recogerla y verla, no había absolutamente nadie alrededor hasta que de repe de la nada y muy lentamente, apareció un carro color fiucha en el que un sujeto de lente oscuro y ensombrerado, riéndose, me enviaba la buena vibra con su mano izquierda. Me recordó al presentador de grupos norteños Jesús Soltero.

La carta decía: “Suerte; te vas con cuidado. Y no aceptes ofertas de gente desconocida, aunque te ofrezcan unos krankys o boligomitas.
Y si el tatuador te ofrece un precio más barato, no lo aceptes porque puede ir de por medio una infección marciana. Acuérdate que éstos le pagan a los tatuadores para conseguirles seres como tú.
Como quiera ahí hay espías nuestros y a veces logran evitar esas sorpresas. Ponte aceite y cuida tus alas. En la calle exagera tu protección, porque estarás sola y no habrá alguien con seguridad que te cuide.
Y te insisto, si alguien te genera confianza y necesitas mínimo hacerle una pregunta sobre alguna dirección, abstente de eso, más vale que te pierdas y tardes en llegar a que te tengan capturada en algún lugar lleno de comensales.
También no cargues la llave de la casa. Déjala abajo del tapete o enterrada en la maceta. Si te llegan atrapar es mejor que lo hagan sin la llave. Suena duro pero es más accesible conseguir gente como tú que conservar un lugar seguro que esté totalmente limpio y libre de animalitos espías.
Yo espero pronto salir de aquí. Llevo aquí tres días y ya me hicieron la base, sólo me faltan los rayos y las luces. Adelante de mí hay diecisiete personas e imagino que en menos de un día ya estaré libre. Si no pasa nada malo, te veo mañana por la noche para elaborar el siguiente plan y completar el grupo en el que sólo faltamos nosotros dos.
Cuídate mucho, muñe. Inyéctate la metusta y duerme bastante para que cuando salgas a la calle traigas los ojos bien pelones, ¿va?
Hasta mañana".

Esta carta lo define todo. Hace más de un año fui adicto a los krankys y lo dejé bajo amenazas del psiquiatra que no paraba contra mí: "Eres un obsesivo, un segundón que pretende ser como tu hermano mayor y que lo único que logras es alejarte de él. Uno más, teniendo una vida totalmente insípida. ¡Loooser!".

Ya conforme pasaba el tiempo cada vez menos me daban ganas de salir a comprar krankys en la tienditas. Así me fui deprimiendo más y más con sus fuertes adjetivos. Pero a cambio de eso él me alentaba a consumir cerveza. Y sí señor/señorita, lo hice obviamente porque necesitaba consumir algo.

Ahora he caído en cuenta que fue lo más saludable. Que si no hubiese sido por el Doc no hubiera salido de ese ritmo de vida rodeado de krankys. Incluso tal vez ahora ya no la estuviera ni contando. 
En cambio ahora con mi hermano paso más tiempo con él, ya que como se hizo compulsivo del krankys lo cuido una buena parte del día tres veces por semana. Ya soy más felíz.
 
Pero hay algo que me falta. Volviendo a lo de la carta. Y que ya sé porqué tengo esos cambios en mi vida. Es algo que no había confesado porque consideré intrascendente y sin importancia: Estoy por cumplir un año que trabajo en una empresa que me pagan por regalar krankys a la gente en la calle. Y si a mi jefe, que me vigila desde un edificio a unos seiscientos metros de distancia, le parece alguna persona que tenga muy buen potencial, le dispara con escopeta láser de larga distancia que los inmoviliza para que se los lleven en un carro color fiucha.

Dick Laurent

Author & Editor

1 comentarios:

 
biz.