Viajé a Tánger
deposité un sueño en su mar
hundí mis manos en sus nubes bajas
bebí neblinas y rasgué el tatuaje
humeante de una ciudad de laberintos
Tánger
aún no salgo de sus calles
sigo buscando una ciudad blanca
un viejo tren cruza la columna caliza de mis sueños
recurrentes
las montañas Atlas vienen hacia mí
a lo lejos, como un Dios después del sexo
duerme agotado el Sahara
una voz me dice
busca el sur. cualquier sur
¿es un sueño o es una memoria?
pero huele a estrellas quemadas con soldadura de magnesio
en la mesa de un café, escribo una carta para nadie
es/era/sigue siendo febrero
frío y nauseas me visitan como fantasmas
cuánta hambre de ciudades me sacudí aquella vez en Tánger.
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