6 de abril de 2016

Por volverte a ver

Salimos rumbo a la Colonia Acero.
Veníamos de la Bella Vista escapando de un fantasma que según se dedicaba hacer exorcismos por las madrugadas.
Recogimos al Pancho de cervecería de trabajar su turno.
El pedo que pasaba era que Kimberly comenzó actuar de forma extraña a cierta altura de la venida y en lugar de irnos para Valle Verde agarramos Ruiz Cortines rumbo a Universidad y luego Madero.
Habíamos alcanzado a ver la vestimenta del monje, del sutano que provenía de la Hidalgo.
Traía barba prominente y a lo lejos brillaba su piel como manteca derretida.

Es un pendejo cualquiera. Parece vagabundo.

Cállate, puñetas. Písale.

Mira ahí está un chota.

Bájale.

Quién te entiende.


Kimberly gritaba que el monje seguía apareciendo en el trayecto.
La idea de las birongas se quedaba esperando hasta la valle muerte.
Mientras en el estéreo Maleno ponía Banda dizque pa bajar el estrés.

Yo suponía que las canciones de desamor muchas veces chafamente atrae a las almas perdidas pero en este caso no quedaba porque los monjes no son populares en que tengan amores perdidos, pero esta morra insistía en apariciones como si fuera la contacto favorita de los espectros.

La gasolina se nos estaba acabando y desordenadamente proponíamos gasolineras abiertas a esas horas.
Llegamos a una pa su madre que me bajé al baño corriendo y el despachador fingía quietud con su radio de mano escuchando canciones de radio recuerdo.

Apestaba a gasolina el baño como si la hubieran miado hasta por el resumidero donde se llena la tina de agua con trapeador.

Regresé al carro y Kimberly se habia quedado dormida.
Pancho andaba eructando y le enseñaba al de la gasolinera los perfumes que cargaba en su mochila.
Comenzé a observar que ya todos estaban tranquilos y se me ocurría que fuéramos hacia el sur para ver si estaba abierta aún alguna cantina.

Vámonos grité

Deja que termine de ver al catálogo —contestó pancho

Con tanto pinche pañal cagón que se avienta brandoncito, tengo que sacar lana extra dijo Pancho arrancando el chevy

Vende el carro, puto.

Estarás pendejo. ¿Qué pedo?

Hace chingos de calor, vamos Al Chiflido.

Puto si está cerrado.

Puta la Lupita.

Ora, pendejo.

...o-te creas ombee.


Estaba claro por dentro y hasta la madre de carros por fuera. Nos estacionamos en la esquina y el gato del dueño estaba jetón.
Timbramos porque esa madre siempre la cerraban con candado y dejamos a Kim y al Maleno en el chevy porque ella seguía dormida.
Nos abrió el dueño. Un viejo de unos setenta años.

Entramos y vimos que ya habían puesto cámaras de seguridad.

Qué tal, don, sí se nos vende la caguama pancho le decía al dueño

Sí, Panchito. Bienvenido. Sonríe, besitos a la cámara.... mu mu mua.....

Ahora besitos de piquito... mu...

Ora, pulmón, ...-yase a la vergaa el Pancho medio giñado lo hizo a un lado


Subimos a la terraza llena de macetas y estaba venteando machín.
Chingos de hierbas cacique aunque se miraba que recién habian pintado.
Por fin encontramos una mesa hasta un extremo porque casi todo estaba lleno.
Ahí siempre estaba oscuro y lo único que nos iluminaba era la luz de la luna pero el mayor romanticismo del lugar lo estaba dando la quemadera de mota.

Después de media guama llegó Maleno con malas noticias:
No aguantó más el calor, se bajó del carro y pasado esto la kimberly prendió el carro y se fue.

—Yo qué, pinche marrano, ¿para qué dejas las llaves en el carro?
Mándale un whatsapp.
No tengo su número.
Yo lo tengo.
Prende un churro, puñetas.
¿Qué le vas a escribir?
Que la extraño, seguramente, pendejo.
Audio, audio...

"¿Kimberly, dónde estás?"

"Hola, amor, ¿quién eres?

"Kimberly, ya nos vamos, ven por nosotros"

"Ah hola, pancho, sólo vine al oxxo. Ahorita voy"

"¿Qué vas a comprar?"

"Vine a orinar. Ahorita voy"

"Ok"


-¿Qué?... La pendeja se fue a mear al oxxo.
-Pinche Maleno, no vales verga.
-Aaaah ¿qué, marrano? Ya dijo que viene para acá.
-Tú y tu amiga lurias se los va cargar la verga.

En eso se oyó un arrancón y un chingazo como si las cinco de la mañana mandara a la verga la madrugada y el sonido de la balata del freno del ruta 88 como si lo confirmara.

Kimberly se había matado chocando contra la postrimería del bar. Tumbó la puerta y la pared; desprendió la banca de cemento contigua al interior donde los cojines y 'el pocho', el gato de la entrada, salieron volando embarrados hasta el karaoke del fondo.

El karaoke no se apagó. Sonaba Dyango.



Dick Laurent

Author & Editor

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